Clonar a un hombre

Esta actividad está destinada a fomentar la reflexión sobre qué es ser un hombre y los distintos tipos de masculinidades desde la autocrítica de la masculinidad sexista heredada a la que se nos invita.

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 LEE EL SIGUIENTE TEXTO DE MIGUEL ÁNGEL ARCONADA MELERO:

 

1-El espejismo de las nuevas masculinidades

 

Por eso, es especialmente interesante describir el limitado alcance del cambio que algunos hombres dicen protagonizar bajo el marchamo de las nuevas masculinidades, que han logrado un prestigio absolutamente inmerecido desde una perspectiva de género, pues su relación con la Igualdad es, en ocasiones, tangencial y, en otras, intencionadamente paralela. Intentaremos diferenciar algunas de estas nuevas posiciones, con el fin de servir de filtro a la hora de establecer objetivos coeducadores con los chicos.

 

a. Las nuevas masculinidades estéticas: Herederas de la apuesta del marketing por los hombres metrosexuales, limitan su evolución a una mayor libertad estética y a la legitimación de un mayor consumo cosmético y de productos para el autocuidado. No presentan discurso alguno sobre la igualdad y su mayor atractivo en los juegos de la seducción no tiene por qué conllevar corresponsabilidad afectivo-sexual  ni reconocimiento de igualdad en su pareja.

 

b. Las nuevas masculinidades victimizadas: Dicen estar a favor de la Igualdad, pero exigen el reconocimiento del sufrimiento masculino por la opresión patriarcal, distorsionando la equiparación de los costes de la masculinidad con las desigualdades padecidas por las mujeres. Otros se presentan como las grandes víctimas del cambio hacia la igualdad, exagerando los costes que les supone el desaprendizaje del machismo y su aprendizaje de actitudes y cuidados igualitarios. Podemos incorporar en este grupo a los que se presentan como víctimas de la desorientación por los nuevos tiempos, inmersos en una presunta crisis inmovilizadora al no saber responder(se) a la pregunta ¿quién soy si no soy el mejor, el centro, el único? Piden tiempo para sí mismos (de nuevo) para encontrase a sí mismos, pero no pueden aducir una crisis de la identidad masculina, pues lo única que se es poniendo en cuestión es la dominación masculina, de la que presuntamente quieren alejarse.

 

c. Las nuevas masculinidades autocomplacientes en cambios periféricos: Algunos de los pequeños pasos de los hombres hacia cierta igualdad son presentados por estos como grandes pasos para la humanidad. Son pasos positivos, pero que no ponen en cuestión en orden jerárquico ni la asimetría de poder entre mujeres y hombres. Algunos de ellos son ciertos nuevos padres, quienes están más presentes en la vida familiar pero no siempre como ejemplo igualitario. Participan selectivamente en algunas tareas de crianza, especialmente aquellas que les reportan una gratificación emocional (baño, paseo, cuento nocturno, ) que incluso acaban siendo expropiadas a sus compañeras, sobreresponsabilizadas de otras tareas más ingratas en la crianza. Se generan tiempos para el apego, siempre positivo, pero no para el ejemplo coeducador y muchas veces esos tiempos compartidos reproducen, especialmente con los hijos varones, todos los estereotipos de la masculinidad tradicional (ejercicio físico, aire libre, tiempo disponible, ….). No es lo mismo ejercer la nueva paternidad jugando al fútbol que limpiando la habitación con los hijos. También podemos incluir a ciertos hombres posicionados públicamente frente a la violencia de género, con sinceridad, pero también con paternalismo, que abominan de las violencias sicas pero que no acaban de entender otros tipos de violencias. Se conforman con ser no-violentos, pero no se autoexigen un largo proceso para ser más igualitarios.

 

d. Las nuevas masculinidades igualitarias discursivas o igualitarios asintomáticos, que simulan acuerdo con la igualdad en el trato público con las mujeres, asumiendo el mensaje de lo políticamente correcto, pero que vuelven al mensaje machista en reuniones solo de hombres y en muchos de sus comportamientos cotidianos. Denuncian incluso la discriminación de las mujeres, pero no les molesta su subordinación vital hacia ellos. En sus manifestaciones más extremas, se aprovechan de los aportes de la nueva situación de las mujeres, pero no ceden ninguno de sus privilegios. En sus manifestaciones más edulcoradas, no solo no son contrarios a la equidad, sino que se manifiestan a favor de ella, aunque interesadamente se muestran pasivos en facilitarla.

 

e. Las nuevas masculinidades tuteladas4: Son los que piden ayuda infinita para ser enseñados a ser igualitarios, a que saquen de ellos el hombre feminista e igualitario que llevan dentro, a que les señalen su necesidad de unas gafas violetas y se las compren, se las graen y se las limpien. Susana Covas5 señala testimonios de mujeres que define como mayordomas existenciales, a las que algunos hombres creen tener derecho: “…deja de utilizarme como tu profesora o terapeuta y haz el trabajo por tu cuenta que esto que haces también es machismo. Son hombres autocomplacientes por sentirse mejores seres humanos en sus relaciones sociales y afectivas, y celosos del enriquecimiento emocional que les supone esta convivencia.

 

f. Las nuevas masculinidades centradas en el crecimiento personal: Incluso en algunos grupos de hombres igualitarios, el foco principal de las nuevas masculinidades es prioritariamente la liberación de los costes de la masculinidad. Se persigue de nuevo una mayor plenitud y libertad de la identidad masculina, enriquecida con más matices emocionales, más posibilidad de comunicacn, la squeda de otras formas de placer antes vetadas, … nuevos campos que pueden perfectamente dedicarse al beneficio propio y no a la mejora de la vida de pareja.

 

No buscamos que nuestros alumnos se construyan como hombres capaces de librarse de los costes de la masculinidad sin renunciar a ninguno de sus privilegios. Como señala Susana Covas6: hombres que incorporan valores femeninos, pero para sí mismos; suman derechos, pero no ceden privilegios; ganan espacios, pero no se retiran de ninguno.

 

En definitiva, debemos poner en cuestión cuánto hay de realmente importante en el camino hacia la igualdad en algunas nuevas masculinidades, no vaya a ser que estas se conviertan en un objetivo perverso para nuestra coeducación con chicos.

 

 

2.- La masculinidad hegemónica: la invitación que no cesa

 

Todavía es predominante en la cultura occidental (y absolutamente omnipresente en el panorama histórico de las diferentes culturas) una masculinidad hegemónica que entiende que la identidad de los hombres debe construirse contra las mujeres, insertando en su propia definición determinados   privilegios, públicos   y privados, pues se les sigue exigiendo que sean de y para los otros.

 

Los hombres machistas reivindican la no- reciprocidad y ejercen la vampirización y apropiación del tiempo y del status femenino, generalmente para disfrute personal de reconocimiento, cuidados, tiempo   de   ocio   y libertad de acción a su costa.

 

 

La masculinidad se convierte así en un género de definición inversa, que tiene claro que la diferencia con las mujeres debe ser utilizada para preservar la desigualdad. Las identidades masculinas se construyen, por tanto, referenciándose hacia/contra las mujeres, pero también con respecto a los hombres, el grupo al que no puede traicionarse. En ese sentido, puede afirmarse que la masculinidad es una activación homosocial, de tal forma que incluso en los hábitos cotidianos muchos hombres buscan espacios solo de hombres como criterio distintivo de afirmación de su masculinidad.

 

Dado que la construcción de la masculinidad es reforzada y refrendada por el grupo, dicha construcción es sujeta, por una parte, a prácticas de autovigilancia y autorregulación, pero también a la vigilancia panóptica y del control normalizador de los iguales7. La masculinidad debe estar permanentemente demostrándose, frente a ellas y ante ellos, con toda una gama de sistemas de identificación jerárquicos y dicotómicos. En nuestro entorno, muchos hombres, tanto de mediana edad como venes y adolescentes, siguen incorporando la necesidad de presentarse socialmente o ante el grupo clase como todo un hombre, presuntamente necesitados de una sanción social que los reafirme en su identidad personal masculina. No se es hombre hasta que se demuestra serlo, en un modelo sobreactuado que debe incorporar rudeza física, autoridad, fortaleza, templanza, racionalidad, disciplina, firmeza, independencia, iniciativa, liderazgo, insensibilidad, competitividad, superioridad, heroísmo, rectitud, invulnerabilidad,

 

 

La masculinidad se define no por lo que es, sino por lo que hace en el espacio público, donde debe permanentemente mostrar su hombría: la competitividad descarnada con otros hombres es el peaje que debe pagar por reivindicarse permanente como hombre.     La obsesión por sobreactuar la masculinidad, por impostarla para que no deje lugar a dudas, muestra a las claras el carácter estructural de relación de poder que sustenta una masculinidad tradicional. Esta masculinidad hegemónica, descrita por R.W. Connell ya en 1989, se define en oposición a la feminidad y otras identidades masculinas, que aparecen subordinadas o incluso perseguidas por su disidencia con la masculinidad única. Tendría como principales características las siguientes:

    Conciencia de superioridad con respecto a  lo  femenino:  el  hombre  se  autoconsidera independiente, autosuficiente y mejor. Ello está en la base de la objetualización de la mujer como objeto de deseo y como objeto de servicio.

    Exacerbada misoginia, con el repudio de todo lo femenino y el desprecio de los valores tradicionalmente atribuidos a las mujeres. Nada puede tomarse ni aprenderse el mundo de las que son inferiores, cuando no directamente conectadas con el mal

    Exaltación de la agresividad física como expresión de la fuerza masculina y como legítima estrategia para la resolución de conflictos.

    Gusto por el riesgo: Ser capaz de asumir riesgos físicos, bien se salga victorioso o incluso herido, genera ganancias en la jerarquía de los hombres.

      Defensa de privilegios públicos y privados: un hombre de verdad debe colaborar en conservar los privilegios siempre disfrutados. Renunciar a ellos supone una traición a la causa de los hombres, una masculinidad inadecuada y la entrada en mundos despreciados8.

      Heterosexualidad ostentosa y coitontrica: Para los hombres, el sexo es más una forma de actuación, con un rendimiento cuantificable y difundible, que una expresión  de  amor  e intimidad. Las relaciones sexuales son una ocasión para demostrar la virilidad y dar la talla con las mujeres, que deben ser conscientes de que el sexo es algo que deben servir a sus compañeros. Para muchos hombres, los encuentros sexuales son más un examen que un diálogo. El coito heterosexual es la práctica sexual por antonomasia, en la que el hombre vuelve a caracterizarse como ser superior que da placer o hace un favor a la compañera.

      Autocontrol emocional y cauterización emotiva: Si los hombres son detentadores del poder y autosuficientes, deben construir su invulnerabilidad emotiva. Los sentimientos de dolor, vulnerabilidad, ternura y miedo, ... serían un peligro para la identidad masculina, un indicio de debilidad, de masculinidad afeminada o, incluso, de temor homofóbico. Por el contrario, el enfado, la ira y la agresividad se interpretan como fórmulas legítimas de masculinidad en la medida en que ni siquiera se consideran emociones sino reacciones. La masculinidad dominante muestra temor a la intimidad afectiva, como espacio de comunicación de las emociones, que considera femeninas, y  de  revelación  de  la  propia  vulnerabilidad.  Los hombres aprenden a ocultar su vulnerabilidad, incluso a sí mismos El hombre que manifiesta sus emociones demostraa que no sabe autocontrolarlas o gestionarlas.

              Homofobia: la masculinidad homosexual es considera como inferior, inadecuada, traidora, …

cuando no degenerada o fruto de la enfermedad. Cualquier incumplimiento de los mandatos de la masculinidad normativa conlleva entrar en el territorio devaluado de la sospecha de

homosexualidad., por lo que la homofobia acaba configurándose como la primera barrera para una evolución de las identidades masculinas.

 

 

Esta masculinidad hegemónica sigue vigente en nuestra sociedad y ha actualizado sus formatos de presentación para las nuevas generaciones. Frente a esta masculinidad única, desde la Coeducación defendemos identidades masculinas diversas, pues ser hombre no es ser machista. No nacemos hombres, sino que llegamos a serlo en un proceso de educación diferencial con las mujeres. No nacemos machistas, llegamos a serlo. La masculinidad hegemónica es una construcción cultural, no un mandato biológico. Es una ideología de poder y de opresión. Si se define como un aprendizaje social, en los centros educativos debemos reivindicar que puede desaprenderse y dar paso a otras formas de construir la identidad masculina, que inserten la igualdad de reconocimiento, de consideración y de disponibilidad para sí de hombres y mujeres.

 

Para ello, debemos lograr que nuestros alumnos reconozcan la Igualdad entre mujeres y hombres como principio ético, político y jurídico internacional y como elemento integrante de los Derechos Humanos. El valor de la Igualdad debe reivindicarse como imprescindible para construir una sociedad más democrática y justa. A partir de ello, debe renunciarse al disfrute de privilegios, privados y públicos, y debe apostarse por la reciprocidad y la equivalencia en las relaciones interpersonales.

 

Algo falla todavía cuando los comportamientos igualitarios en los hombres dependen de la mayor o menor energía que destinen las mujeres para exigirlos y no de la autocrítica de los hombres. No podemos permitir que el espacio educativo perpetúe esa situación.

 

4   Carmen Ruiz Repullo los define magníficamente como los empujados”

5   Covas, S. (2018) ¿Desde q imaginarios de hombres nos relacionamos las mujeres con los hombres?" Emakunde

6 Ibídem

7 W. Martino y M.Pallota-Chiarolli, Pero, ¿qué es un chico? (Aproximación a la masculinidad en contextos escolares) Pag.112 Octaedro, Barcelona 2006

8 Así, no es extraño que la renuncia al privilegio de que la mujer se encargue de la casa, aunque ambos trabajen fuera del hogar, aparezca caracterizada como propia de calzonazos, pringaos, cocinillas, maricones o marujos. Muchos de esos calificativos, con importante base homófoba, muestran a las claras la pérdida de consideración pública que, en el orden social sexista de la tradición, supoa asumir las responsabilidades domésticas. El nuevo término peyorativo planchabragasironiza aún más sobre la subordinación masculina a las tareas, necesidades y deseos propios de las mujeres